jueves, 30 de agosto de 2012

Deseperación



Un pequeño pueblecito minero americano llamado Desesperación (podemos hospedarnos tranquilos con ese nombre) vive regido por un policía demente, que siembra el caos entre los pocos coches que pasan por la interestatal 50, que cruza con el pueblo. El vacío pueblo ha sucumbido a las fuerzas del mal, adentradas en el cuerpo del policía local y sumergirán a Desesperación en una pesadilla inimaginable.

¿Historias de policías locos?. Multitud. Aún recuerdo la película "Maniac", donde un argumento parecido es tratado de forma sencilla pero efectiva a la gran pantalla. Sin embargo, este libro encierra algo más endemoniado si cabe. Con la firma de Stephen King no se puede esperar otra cosa.

El libro tiene un arranque impactante. Es un remolino de imágenes y diálogos que pasan como una centella por nuestra imaginación (ese gran poder del ser humano), y no cesan hasta el último tercio del libro, donde es cierto que la acción decae bastante, y su lectura pierde fluidez para hilvanar todos los hilos que van quedando sueltos en toda historia que se precie. 

Pero volvamos al principio, adictivo como él sólo, crea una atmósfera de misterio y preguntas sin resolver (¿Acaso se ha vuelto loco el policía?, no hemos hecho nada malo, etc) que boicotean el sentido común del lector. "Desesperación" es una de esas historias que enganchan, comienzan fuerte y poco a poco se van enredando tanto que poco (o nada) tienen que ver con la percepción que nos da al principio, y esto no siempre es bueno. Hay que mantener la esencia de lo que dejas ver; es como si vas a probar un menú de degustación y te traen tantos y tan buenos platos que no te acuerdas del entrante del principio. Y es que eso es esencialmente lo que ocurre con esta novela. Al final, no sabes muy bien si el autor decidió improvisar, o tenía en mente ese desenlace desde el principio (por lioso y extraño que pueda parecer).

Aún así, hablamos del señor King. No se le ocurriría meter más de un punto débil en sus creaciones literarias; y en "Desesperación" no será distinto. El alma de la historia te atrapa y las páginas se pasan a una velocidad endiablada. La sensación de desasosiego a la que los protagonistas se ven despachados está muy bien narrada. Los entuertos realizados por el policía van secundados de unas ricas descripciones, tanto paisajistas como de personajes, y eso, en el fondo, enriquece el vacío que crea en la última parte del desenlace.

Con esto avanzamos otro de los puntos fuertes de la novela (y de Stephen King en general), que es las interrelaciones de los protagonistas del libro, perfectamente solidificadas entre sí, sin resquicio y muy ricas en detalles (ese niño que orina por primera vez sólo en mitad de una carretera mientras su padre le va aconsejando). La unión de los mismos, eleva la narración a un estatus de calidad superior. La capacidad innata del autor americano por crear microclimas en pequeño espacios sigue a la orden del día. Los personajes se ven abocados a sufrir, son vejados y abusados frente a una sinrazón, y aún así sus situaciones no desentonan con lo que pudiera pasar en la realidad (hablamos de ficción no obstante, se permiten ciertas licencias fantásticas). 

Conviene decir que ésta es la segunda parte de "Posesión", y ya se conoce el lema: segundas partes... lo que  pasa es que no está mal, insisto. Se lee muy bien, por la prosa directa a la que King tiene acostumbrados al lector, siendo tan adictiva que quieres saber el por qué del comportamiento demencial del policía, qué le sucederá a la familia del principio, y una par de sorpresillas que todo libro de género suele esconder. De igual modo, "Desesperación" se puede leer sin haberlo echo con la primera parte, quedando un producto decente e independiente del primero.

Razón de más parece hacerlo así, pues la calidad de "Posesión" es superior. Por lo que, en caso de que esta parte quede algo irregular en su último tercio, y haga decaer el ánimo al lector, habremos disfrutado de un inicio demoledor, y también cerraremos el círculo con respecto a la primera parte (bastante superior y más heterogénea).

miércoles, 29 de agosto de 2012

Heat (Calor)



Cuántas veces habremos comprobado por nuestros propios medios que la vida de unos gemelos siempre lleva un misterio intrínseco en su existencia. O sería mejor decir coexistencia, pues lo que le pasa a uno es correspondido por el otro, quedando un enigma flotando entre dicha asociación. Rara vez se ven a dos gemelos separados, suelen llevar la misma ropa de niños, van juntos a clase y vuelven a casa para comer en las mismas condiciones. Pero, ¿si uno cae, el otro sufre?, ¿si a uno le deja la novia, el otro llora?.

Preguntas así, básicas y cotidianas, han pasado por nuestras cabezas de mil maneras diferentes. No obstante, todas están versadas en la curiosidad. Un hecho que acontece sin que lo elijamos. Una serie de acontecimientos que vienen dados y quizá no se puedan cambiar. 

Bendita ignorancia, debió pensar la grandísima escritora norteamericana Joyce Carol Oates, que nos pone los pelos de punta con un relato intenso basado precisamente en la vida de dos niñas gemelas de once años, Rhea y Rhoda, que durante un verano caluroso prosiguen con sus vidas sin mayor novedad que su propia desunión en un momento dado del relato.

Sofocante obra de Oates, que crea un complejo sistema narrativo (basado en partes asociadas pero diferenciadas) donde la musicalidad lleva la nota discordante. En otras palabras, como si de un piano se tratara, la acción transcurre pulsando la tecla correcta en cada movimiento, soltando con cuenta gotas lo que sucede, para que el lector sea el que arma todas las piezas, creando él mismo la escala musical establecida.
Son como fragmentos que no tienen sentido separados, pero que al unirlos, narran a la perfección lo que les ocurrió a las gemelas Kunkel. Su división se separa (como las gemelas...) en cuatro "movimientos" y en un desenlace, donde magistralmente Oates "levanta" los dedos del piano para preparar al lector a lo que está por llegar, a lo que no se puede describir, a lo que falta de la narración, que es precisamente el momento más trágico y tendencioso de la narración: el momento en el que lo da verdadero terror es lo que no se cuenta, el momento en el que nuestra imaginación se adentra en las fotografías que no se revelan, el estridente ocaso de poder que queda cuando las cosas no se narran, se esperan...

La poderosa estructura carga con el peso de todo el relato, que por intensidad se lee en breves minutos, pero por interés perdura durante días. Las células o movimientos principales del primer acto son el calor, la muerte y la sequedad del terreno. Repitiendo todos ellos de manera contundente, el lector es agasajado con la existencia de las gemelas antes de su muerte, analizando sus viajes en bicicleta por el caluroso pueblo, donde las carreteras desérticas hacen sudar a un cubo de hielo. En el siguiente tema recurrente, la muerte, la narración, avanzando en líneas espacio-temporales imperceptibles, nos lleva directamente al funeral de las gemelas Kinkel, donde el calor y la muerte vuelven a ser pronunciadas varias veces para orientar al lector a lo que sucedió, lo que sucede, y lo que habrá sucedido en las siguientes imágenes.

En el segundo movimiento, los temas recurrentes son las unión de las gemelas y la aparición indirecta y paralela a la existencia de las gemelas de Roger Whipple, que sin mencionar da más miedo que descrito: Una descripción de la maestra, sugiriendo que tiene problemas mentales, pero que es muy fuerte, de grandes manos y pies, y una cálida voz...

De nuevo, se aprecia el horror que luego padecerían las gemelas con la falta de narración de lo que sucedió, que es lo que otorga ese plus de originalidad en la manera de tratar lo que no se ve, lo que se sabe, pero no se ha contado. Ese momento donde el lector puede imaginar lo que le sucedió a las Kinkel sin haber leído ni un párrafo del asesinato, ni de la violación. Especialmente estridente es la descripción de pavor de Rhea, viendo la bici de su hermana tirada en el polvoriento suelo, con las ruedas aún en movimiento, donde por vez primera no están juntas. Rhea prevé que algo va mal. Si no están juntas (desunión), algo irá mal. 

En el tercer movimiento, cerca del final del relato, nos adentramos en la familia Kunkel y en la familia Whipple. Detalles que nos ayudan a prever lo que ocurrirá después, lo que no se ha contado, pero por la manera de ser de las familias coloca al lector a un paso del precipicio. Interesante sin duda la descripción de la familia Whipple, donde la madre ignora totalmente los problemas psicológicos de su hijo, dando importancia angosta a su perfil psicópata evidente.

En el cuarto movimiento, el más lineal de todos, el propio asesinato ocurre. Se explican de manera menos unitaria los eventos que acontecen desde la visita (y separación de las dos gemelas) a la casa de la abuela hasta el trayecto en bici hacia la casa de hielo (llamada así en contrapunto con el calor, como en una llamada de atención al peligro de lo opuesto). Sin un sólo detalle, llegamos a un evidente final, pero no por ello menos llamativo en su esencia. Sabemos que Rhoda ha subido con Roger, pero no sabemos qué le sucede (lo imaginamos), después sabemos que el calor invade a Rhea por dentro, preocupación y nerviosismo que le llevan a subir las escalera también y encontrarse con la desagradable escena (pero seguimos sin conocer detalle alguno).

Finalmente, llegamos al clímax de la historia, el momento de hablar de lo que no se puede hablar, de lo inexplicable aunque perceptible: Oates susurra al oído del lector lo que es horrible de ser escuchado. La verdad es demasiado horrible para ser contada, por ello Oates "levanta" las manos del piano, para que lo que no se puede contar sea llenado con imágenes por nuestra imaginación. Porque lo horrible no puede ser descrito, la sangre no puede mostrarse aunque se perciba, aunque se note. Sin embargo, el lector puede pensar, ¿cómo puede cometerse un acto tan terrible sin detalle?. Ahí reside la magia de "Heat", en lo que no se puede contar. Como la propia escritora avanza en el inicio: "lo que uno ya sabe". Y es que es cierto, sería anti-climático poner una mano sobre el piano cuando es obvio lo que ha pasado. Nada hay más terrible que imaginar algo sin detalles, donde la imaginación del lector dibuja el nivel de terror que necesita. La realidad es seca, el calor se percibe y la sequedad se respira...

domingo, 26 de agosto de 2012

Martyrs



Francia, ese gran país cuyo cine nunca deja a nadie indiferente, es sin duda la cuna del nuevo cine de terror europeo, no sólo por la cantidad de películas que aporta al género, si no por la tremenda calidad que atesoran. "Martyrs" es una explosión de calidad y polémica a partes iguales.

Lucie, un año después de ser raptada, es encontrada caminando por una carretera sin rumbo ni dirección y con la mirada totalmente perdida, como en estado catatónico. Ya en el hospital, entabla amistad con otra niña que ha padecido abusos físicos por parte de su padre. Años más tarde, ambas buscarán venganza.
Sin saber absolutamente nada del por qué del encierro de la niña, la policía da con la pista de un antiguo matadero donde algo terrible se guardaba en secreto. Una sociedad independiente, cuyos rituales habrían sido repudiados, que no dudaba en aplicar sus doctrinas sin importar el dolor...

Misterioso inicio de una película explosiva y enfermiza, cuyo impacto visual es por momentos desagradable, por su realismo, aunque al final del visionado, de alguna manera, queda explicado y razonado.

Es cierto que el film tiene altibajos, pero es una cinta transgresora, violenta y sobre todo, original a todas miras. Sin nada más que la breve introducción de la niña correteando una carretera con los ojos en blanco y ensangrentada, el espectador se ve introducido en un estallido de violencia arrolladora, estéril y visceral. El morbo y la amoralidad se posicionan en el ojo de la tormenta crítica. Una obra polémica, desde luego que lo es, y da exactamente la propaganda que busca el visionario director (muy a tener en cuenta de aquí a un tiempo) Pascal Laugier, que no es otra que demostrar cómo es el ser humano. No hay mejor argumento que la propia falta de humanidad para entender el contenido del mensaje. Poderoso y discutible mensaje.

Como decíamos, justificar la violencia en una película de terror no tendría por qué ser obligatorio. Sin embargo, Laugier solicita la atención del espectador con perturbadoras imágenes, que crean una sensación de ahogo en el espectador durante todo el metraje sin dar muchas respuestas. Durante unos primeros sesenta minutos tremendamente demoledores, tanto en acción como en rapidez de secuencias, el espectador no tiene ni la menor idea del por qué de tanta inusitada violencia, pero no se retira la mirada del embrujo de las imágenes. 

A partir de esa primera hora, el teatro del dolor llega a su clímax máximo, centrándose en el discutible y perturbador final, que puede hacerse bastante pesado debido al sangriento trasfondo. En este baile de imágenes chocantes, comienza a hilvanarse un fascinante desenlace, donde el espectador entiende, no sin sorpresa, el por qué de la extrema violencia que precede al éxtasis final.

Las dos actrices protagonistas hace un papel tremendo, con una capacidad de sufrimiento dignas de mención, y llevando su rol a límites insospechados (duro rodaje debió ser, desde luego). Tanto Morjana Alaoui como Mylène Jampanoi llevan sus papeles al grado máximo de resistencia, perceptible en sus miradas y en su buen hacer general, absorbiendo el peso de toda la cinta como si de un agujero negro se tratara. Bien dirigidas por Laugier, y maquilladas con gran perfección y realismo (Premio al mejor Maquillaje en el festival de Sitges, en 2008), las dos jóvenes eligen un camino de complicidad ajena al espectador, que por momentos desea que termine tanta agonía, que cese tamaña agresividad sin control. 

El escepticismo no abandona el metraje en ningún momento de la desasosegante historia. La explicidad de ciertas secuencias son ciertamente enfermizas, crueles, provocando un anhelo de polémica tremenda. De hecho, cuando las letras de crédito aparecen, la mente no para de pensar en lo que acaba de pasar. Es tan poco comercial y tan provocativa, que Laugier aplaude desde la distancia, pues es el deseo que buscaba al crear esta ópera prima de caóticas consecuencias. La provocación moral del desenlace no deja a nadie indiferente, y da un soplo de aire fresco inmediato a un género ciertamente estancado como es el terror. Sus imágenes bastante gore no permiten el visionado cómodo a estómagos frágiles, de eso no hay duda. Nunca una película me había causado esa sensación de agonía, empatía y sufrimiento conjunto. Tampoco había experimentado una idea tan demoledora al terminar la misma. En el fondo, es un alivio verla acabar para no seguir formando parte de ese quebradero de cabeza al que el cerebro se ve abocado los noventa minutos que logran atraparnos en ese mundo demencial.

Interesante (y valiente, muy valiente) propuesta del joven director francés, que como Alexandre Ajá ("Alta Tensión", "Silent Hill") o Xavier Palud ("Ellos") logran cautivar a una audiencia necesitada de productos de calidad, y que aunque se excede en el apartado violento, termina dejando un re-gusto a película bien hecha, con buenas ideas, y sobre todo, una capacidad innegable para transgredir. Su discutible final es repulsivo, pero es también reflexivo; y esto otorga a la cinta de una peculiar propaganda amoral (o moral para algunos) sobre el desequilibrio humano que no guiará a un quorum. Preparémonos para el mórbido contertulio final...

jueves, 23 de agosto de 2012

Drácula



Una de las historias mejor relatadas de la literatura universal, adelantada a su tiempo en cuanto a situaciones y narración (en forma de diario, con envío de cartas donde los personajes van adentrándose en la historia), que luego terminaría llamándose narración cíclica, por sus constantes giros, y donde las dos historias paralelas convergen en un maravilloso y épico final, donde nada quedará exento. 

El mito del vampiro ha sido contado millones de veces, tanto en cine (aún recordamos la magnífica interpretación de Bela Lugosi todavía en blanco y negro) como en literatura (algunos hablan de plagio con la obra de John Polidori, "El Vampiro" o la inmensas "Carmila" y "La Hora del Vampiro" de J. S. Lefanu y Stephen King respectivamente). Sin embargo, sólo Bram Stoker se colgó la medalla de la inmortalidad, como su personaje principal, el vampiro basado en el caníbal Conde Dracul. 

En 1897, el autor irlandés escribió (probablemente sin saberlo) una de las novelas más icónicas y magnánimas de todos los tiempos. Su capacidad para sugerir y seducir queda fuera de toda duda. El impacto visual narrativo (con esos desconocidos Montes Cárpatos de colofón) es pretencioso y morboso, a la altura de cualquier otra buena novela gótica de su tiempo como "El Castillo de Otranto" de Horace Walpole, o el maravilloso relato corto de Edgar Allan Poe "La Caída de la Casa Usher", donde el misticismo y los paisajes quedan retratados convirtiéndose en parte activa de la narración, otorgando así a las novelas de un aire de misterio avasallador.

Hasta este punto, es posible que no haya nada nuevo en estas palabras, ya que seguramente todos los lectores hayan leído la obra. Mi intención con esta crítica es convertirla en análisis profundo de la situación de la época, de los motivos que aparecen en ella, y por supuesto, de la vanguardista e irónica narración que Stoker ejecuta con una solvencia y maestría envidiables.


Como decíamos, cualquier obra debe medirse con la época en la que fue escrita. De esta forma, podremos observar los clichés de la época, y la manera de actuar de una sociedad (en este caso la victoriana), que no hará si no reforzar mi idea de que literatura y sociedad han ido e irán siempre de la mano. Por tanto, desglosaremos la novela en los siguientes puntos imprescindibles para entender la novela mejor, o si hay una segunda lectura, ser consciente de los mismos:

- Sexualidad contra Pureza, Clasicismo contra Tentación; y Ciencia contra Religión, más Tradición contra Superstición.

A Sexualidad contra Pureza: De bien es sabido que la época victoriana se basaba en unos valores exquisitos, basados en el respeto y la moralidad, latentes y perceptibles en toda buena familia de finales del siglo XX. En el tercer capítulo, durante la estancia de Johnatan Harker en el castillo del Conde, este recibe la visita de tres lascivas vampiresas se acercan peligrosamente a chuparle la sangre antes de que el propio Drácula las interrumpa violentamente añadiendo que Harker le pertenece a él. El enlace entre vampirismo y sexo queda vigente durante toda la novela, y es que además, esas mujeres son lo opuesto a lo que la sociedad y sus valores defienden. Son seres completamente diferentes a lo que se espera.

Mientras Lucy y Mina son modelos de la más pura castidad y buenos modales, la intrusión de esas extrañas mujeres revelan el polo opuesto: son seres voluptuosos, insaciables y agresivas. En la narración de esta escena, Stoker sugiere varias posiciones sexuales que atraen y repelen a Johnatan Harker al mismo tiempo. El autocontrol se pierde, pues la seducción era algo tabú en la mujer de una sociedad victoriana, donde era premiada por su docilidad y virginidad, y una dama no puede tomar la iniciativa, ni mostrar deseo alguno.

Sin embargo, las tres vampiresas profesan en el joven una serie de actos sexuales peligrosos, no sólo debido a la rígida educación victoriana, que puede hacerle perder su reputación, si no que hace peligrar su propia vida.

B Clasicismo contra Tentación: Una de las mejores artimañas de Drácula para desunir al grupo es precisamente la ostentación. El hecho de que la época conlleve unas doctrinas, coge por sorpresa a todos sus rivales, ceñidos al corsé de unos valores morales intactos. Al igual que las tres vampiresas del inicio de la novela, cuando intentan seducir a Harker con artes poco conocidas, hacen perder el control de la situación al grupo protagonista frente a un enemigo más temible que el propio Conde: la tentación.


Las amenazas de Drácula surten el efecto deseado, pues antes del suceso que acontece en este dieciseisavo capítulo, el Conde reza: "Las mujeres que ahora amáis son mías ya, y a través de ellas, vosotros seréis míos también". En efecto, esta amenaza se convierte en realidad cuando Lucy, ya totalmente convertida en esclava sexual del Conde lascivamente intenta llevar a su prometido Holmwood a la locura, perdiendo así la batalla entre clasicismo y tentación en favor de esta última. Y es que el hombre es débil a la seducción, eso se ha demostrado durante toda la edad contemporánea, no sólo en los libros. La pérdida de poder de un sólo hombre, debilita el grupo entero, sacrificando la razón de unos valores irrompibles que ahora caen hasta el estrépito por las trampas ingeniosas del Conde.


C Oriente contra Occidente: En los capítulos finales, observamos como cada bando aúna sus propias armas para la batalla final. Los grupos son opuestos, y esas oposiciones no sólo incluyen el mero conflicto entre la moralidad lujuriosa y los valores castos victorianos, si no también entre el desarrollado Oeste contra el desconocido Este, donde la magia y la superchería quebrantan la fe cristiana y la figura de Dios.


En los capítulos iniciales, cuando Harker es guiado al castillo por unos gitanos, el paisaje oscuro, los aullidos de los lobos, el ulular del viento frío y los propios nativos representan las poderosas y misteriosas fuerzas del Este. Unas tierras desconocidas que no están reguladas por la ciencia o la economía como ocurre en Londres, si no por la poderosa superchería y tradicional del Este; y que por tanto, crean una desconfianza en Harker obtenida por la propia ignorancia de una sociedad estrecha de miras para con el resto del mundo.


Más adelante, cuando los invasores del Oeste comienzan a acercarse a los dominios del Conde, reciben toda la hostilidad del terreno (clichés de la novela gótica que mencionábamos antes: viento, lobos, amuletos o el propio paisaje fantasmagórico) ante ellos, convergiendo en la pérdida de la razón y el poder de una tierra exenta al dominio inglés, oscura, tenebrosa, donde la desconfianza se apodera de los protagonistas, como cuando el Doctor Van Helsing pierde la concentración durante el viaje hacia la mazmorra del vampiro y no puede hipnotizar a Mina. La tormenta y el fuerte viento son tomados por los invasores como algo inhóspito y mágico, que escapa a su rígido análisis de sociedad. Aquí no hay límites ni moralidad.


Curiosamente, el brillante autor irlandés lanza sobre esas líneas de invasión su propia acidez patriota. En otras palabras, pese a la hostilidad del terreno y de los lugareños, la invasión se ve completada cuando Van Helsing consigue clavar la estaca en el maltrecho corazón de Drácula, y cuando asesina a las tres vampiresas, otorgándoles a su muerte con una imagen de inocencia y pureza sinuosa, volviendo a los cauces de lo que la sociedad victoriana exige. Ahora las tres mujeres descansan en paz e irradian vírgenes de pureza.


Este brillante símil de victoria inglesa con sufrimiento (ante la inminente caída del sol) se extrapola al sentimiento que los irlandeses padecieron durante la guerra contra los ingleses. Esa invasión a la fuerza de alguien que no usaba la razón, y que no tenía en cuenta la opinión de los pueblos invadidos es usada en contradirección con la mezcla de culturas equidistantes entre sí en una maravillosa oda al extremismo, y una mordaz narración de lo que sus compatriotas sintieron ante la barbarie inglesa.


La calidad y el envoltorio de la novela le otorga la categoría de obra maestra, independientemente del gusto literario. Es una novela que se adelantó a su tiempo, que se desvanece en un puente que une hechos del pasado con el terror propio de una cultura anclada en unos valores determinados y rígidos, y que no acepta otras posibilidades como alternativa. La maestría de Stoker, así como su ácido tono crítico, cubren de gloria un texto que yacerá en las bibliotecas universales por tiempo inmemorial. Tan inmortal como influenciable en la historia de la literatura de terror.

miércoles, 22 de agosto de 2012

El Exorcista



Si alguna vez se ha difundido un miedo inherente a cualquier mente humana, por fuerte que esta sea, es sin duda "El Exorcista". Tanto libro como película son un alarde de buena ejecución e intención. Temible es por sí sola, la presencia de un ente extraño en el cuerpo de una niña de doce años; mostrando así la batalla más cruel que se puede librar en la humanidad: la inocencia de un niño contra la infernal sabiduría del viejo demonio.

En lo que es, casi sin dudas, la mejor adaptación de la obra de William Peter Blatty, una niña (Regan) comienza a sufrir cambios en su personalidad, en lo que en principio, los médicos no asocian a problemas físicos o mentales de ninguna índole. Con el paso de los días, algunos sucesos paranormales, como levitaciones o la manifestación de una fuerza sobrehumana, hacen que la madre acuda a un sacerdote especialista en exorcismos, pues la dolencia es más espiritual que de otro tipo. El demonio se ha apoderado de ella.

Aún recuerdo el mal cuerpo que se me quedó cuando vi por primera vez la película, con mis buenos diecitantos años, en una casita de pueblo con todo a oscuras y deseando que terminara ya, para acto seguido, ir acompañado de vuelta a casa. No quiero ni pensar lo que sentirían las personas al verla en el año 1973, donde los efectos especiales quedaban aún lejos de ser considerados magníficos o bonitos, etc.

No es de extrañar por tanto, que la película obtuviera la etiqueta de "la más terrorífica de toda la historia". De hecho, creo que hoy día, sigue ostentando dicha mención, pues es acongojante a todas miras. Obtener el premio de la academia de los Oscars como mejor guión adaptado, no debe caer en saco roto, pues el mismo fue firmado por el autor del libro. Ahora tiene sentido ver el resultado de los crudos y endemoniados diálogos que mantienen la niña y el sacerdote: sencillamente geniales.

William Blatty es un autor curioso no obstante, porque comenzó a escribir "El Exorcista" alrededor de 1950, cuando obnubilado por un caso real de exorcismos en Maryland, decidió investigar por su cuenta, para terminar su ópera prima en 1972, cuando el tema de ritos satánicos y posesiones no estaba para nada a la orden del día. De ahí su  impacto mediático. Cuando obtuvo el Oscar al mejor guión al año siguiente, la fama se apoderó de él, y no fue hasta 1980, cuando escribió la continuación (con mucha menor calidad), tomándose otros diez más para sacar su tercer libro (terminando su trilogía: Legión). 

Pese a su poco prolífica carrera literaria, no se puede negar que esta obra permanecerá por siempre en los anales de la historia. Es sobrecogedora, sencillamente impactante. Desde el principio la novela está tratada con mimo y dedicación, con unos términos médicos y psicológicos muy eficientes y concisos. Sin embargo, es la agónica historia la que atrapa, quedando todo lo demás atrás. La maquiavélica red que teje el demonio sobre la niña es espeluznante, ver como poco a poco los síntomas se van manifestando, sin prisa, al tiento, es apabullante y atrapa. 

Durante toda la novela, es perceptible el exquisito gusto del autor por la historia, por mantener la tensión y por no contar los hechos de manera atropellada, dividiendo la carga teatral en pequeñas dosis, que bien tomadas, desembocan en un torrente de maldad y deshumanización sin límites. Regan se ve atrapada en una vorágine de abusos, y su cuerpo, detalladamente narrado, cambia de un capítulo a otro de forma realista. La embriagadora preocupación de la madre es otro de los puntos álgidos de la narración. Sus esfuerzos por llevarla a los mejores doctores, las respuestas de estos diciendo que la niña está bien, que sólo es estrés, etc, desmenuzan sus nervios hasta percibir la desesperación de una madre, que ve como su hija tiene algo en su interior, e incluso, se siente amenazada debido a los últimos cambios más convulsos de la pequeña, donde insultos e intentos de agresión se suceden con más periodicidad. 

Bajo esta inteligente premisa, Blatty obedece a los cánones del género con perfecta armonía. Las largas secuencias narrativas se van adentrando en la cargada atmósfera con precisión cirujana. No sobra ni una sola palabra, y las acciones que el demonio perpetra en Regan ponen los pelos de punta, especialmente al ver como la criatura va ganando poder tan poco a poco, que se hace fuerte en su intento por desestabilizar a la familia por completo, dejando la duda y la incertidumbre en el corrosivo aire que se respira durante el ritual. 

"El demonio puede ser, cuando quiere, muy tentador…"

Precisamente el ritual es una de las partes en las que película y libro se complementan a la perfección. En la parte cinematográfica, el director ejerce su rol de montador de los hechos acontecidos en el libro de manera triunfal. William Friedkin muestra con total realismo las situaciones críticas que se viven en el interior de la casa, y no deja que nadie salga de ella, eliminando la capacidad del espectador por parpadear. 

En definitiva, un documento videográfico tremendo. Pese a su antigüedad, su visionado se antoja imprescindible, pues es un auténtico escándalo de sentimientos, que sin duda, perdurará con el tiempo. Los papeles de Linda Blair (Regan) y Max von Sydow (Padre Karras) son estremecedores, quedando delimitados perfectamente entre la fina línea que va desde el amor al odio, desde el cielo hasta el infierno, desde el bien hasta el mal. Los pequeños pasos que hacen avanzar o retroceder al demonio por esa línea están elegantemente delimitados. A veces gana uno, a veces es el otro quien toma la delantera, creando una situación insostenible que atrapa en la agónica e inverosímil situación. 

Sin duda, mejor no leer el libro a oscuras; así como se recomienda también dejar las persianas subidas cuando se vea el film. Para amantes del riesgo, olvídense de el anterior párrafo.

martes, 21 de agosto de 2012

Misery



En 1987, el gran Stephen King publica una obra maestra de la literatura contemporánea, independientemente del gusto del lector por el terror o el suspense en general. Misery se ha convertido simplemente en un clásico de los libros, es un impresionante baluarte del horror más inesperado.

Un afamado escritor de novelas románticas, Paul Sheldon, siente que está viviendo demasiado de las rentas del personaje "Misery", así que decide escribir la última entrega con la muerte de la mujer protagonista, para poder sentirse realizado creando obras de mayor calidad personal, y menos comercial. Encerrado en Colorado, para encontrar la inspiración necesaria, vuelve para Nueva York durante una nevada abundante, cuando de repente pierde el control de su vehículo y colisiona quedando gravemente herido. Annie Wilkes, una enfermera cualificada y enfermiza aficionada del autor, le rescata y cuida de él de manera eficiente. Obsesionada tremendamente con el personaje de Misery, descubre el final de su existencia y obliga a Paul a reescribir el final para dejarla con vida reteniéndole en contra de su voluntad.

Con esta original trama, la narración de la primera parte de la novela se concibe con elegantes y cómplices diálogos entre escritor y fan número uno, en un trato exquisito de prosa, ubicándose en el drama psicológico más entretenido; sin embargo, en la segunda mitad del libro, ante la pérdida de control de la enfermera, las situaciones se vuelven de una crudeza y una incomodez muy latentes, rozando el terror más inhóspito de todos, que no es otro que el de la locura. La demencia de alguien que en su soledad se pervierte a sí misma, poniendo a su mayor celebridad al límite del dolor y la razón, con vejaciones tanto físicas como mentales realmente espeluznantes, que escapan a la razón humana (sin duda, virtud del autor para sonsacar connotaciones de crueldad máxima en el lector).

Pese a que el escritor americano siempre ha tenido retractores y defensores, debido en parte a su cruda prosa, es de recibo decir que en "Misery" está especialmente concentrado en su tarea, y es capaz de crear una atmósfera de desasistencia y desasosiego cruelmente conseguida. Por tanto, elimina el factor fetiche en cualquiera de los dos bandos, pues ahonda en las virtudes de sus características literarias (ambientación, ostracismo de los personajes en su dolor y descripciones interesantes pero breves), y disimula las partes donde siempre ha tenido críticas ostensibles (narración algo atropellada, diálogos un tanto superficiales y relaciones muy llanas entre personajes).

Curiosamente, en este último punto es donde libro y película han tendido un puente de calidad firme. La conexión de los personajes de Annie y Paul es evidente, incluso en la crueldad de la segunda parte, y pese a las vejaciones psicológicas que el protagonista sufre. El juego dialogante que ambos mantienen es impresionante. La paciencia de Paul para que Annie le de algunas pastillas para calmar el dolor, la desilusión y frustración que Wilkes siente ante la muerte de su personaje favorito, que desata una violencia sin límites hasta conseguir el objetivo de revivirla son sólo dos de las muchas situaciones brillantemente ejecutadas King en el libro, y por el firme guión de William Goldman en la película.

Esta última, rodada en 1990 tiene coincidencias tendenciosas con respecto a su homónimo literario: Un férreo y sólido guión, y una complicidad elegante e interesante de la pareja protagonista James Caan y la gran Kathy Bates (acertadamente premiada con el Oscar por su acogedora interpretación). 

Tras las cámaras, Rob Reiner ejerce de maestro de ceremonias con unos planos medios y cortos dignos de mención, donde se puede percibir hasta una gota de sudor cayendo de la frente de Caan, mientras agoniza tumbado en la cama, postrado con las piernas destrozadas. No obstante, como decíamos anteriormente, la película tiene la categoría que tiene por la increíble conexión entre los dos protagonistas de la historia, que muy gráficamente muestran los dos roles opuestos de manera sensacional. Los cambios de pensamiento, especialmente evidentes en la actuación de Bates, son impresionantes. La cara de la actriz ejerce de anfitriona de la maldad más extrema, pasando incluso por encima de su propia admiración, para llegar a la frustración y la ira por algo que considera injusto dentro de su demencia.

"¿Es esto tuyo querido Paul?" impresionante actuación de Kathy Bates

Las ingeniosas ideas de James Caan, pese a su invalidez constante son interesantes. Intenta hacerle salir de casa para traerle diferente material, alegando que no puede escribir si no lo tiene, y ahí es cuando se detiene el mundo, moviéndose torpemente por la casa aferrándose a cualquier elemento de huida posible. Evidentemente, estas situaciones de tensión quedan logradas de manera diferente en el libro que en el film. En el primero, son largos y detallistas párrafos, que hacen agonizar al lector en empatía total con el pobre escritor postrado; mientras en la segunda, aunque fenomenalmente conseguidos, se ven cortados en intensidad por la duración de la película. Aunque, hay situaciones que cortan la respiración, dejando en muy buen lugar al director, que hace una labor efectiva en la creciente atmósfera de la cinta.

Las escenas de dolor a las que Paul Sheldon se ve interpuesto si distan en violencia de un elemento a otro. Mientras el libro no concede un detalle sin contar, por muy escabroso o gore que este sea, la película, seguramente por toque de atención desde producción, se ve coartada irremediablemente, quedando menos cruda, aunque igualmente eficiente. Hay partes en el libro donde King expande el rencor y el dolor más nauseabundo posible (atención al momento tobillo, espeluznante), y por tanto, se convierten en imágenes bastante poco digeribles. Quizá hubiera tenido algo de sentido crear una versión del director más gore, para los amantes de este género, pero igualmente ambos soportes dan lo que lector y espectador buscan: unos momentos ciertamente delirantes de la psique humana y situaciones de tensión evidentes, todas ellas encontradas en la desoladora habitación donde Paul es obligado a permanecer.

Aún recordando la cara de odio y rencor de Kathy Bates, con una actuación memorable a todas miras, es meritorio añadir a James Caan como mártir del cine, por su indefensión constante y su capacidad de sufrir, gráficamente conseguida con su torcido gesto. Los papeles protagonistas de la película no pudieron tener mejores portadores. Tremendos ambos, el eje se mantiene firme durante todo el metraje, siendo el film de obligado visionado por su teatralidad y buen hacer. Una pena que ya no hagan pelis así.

lunes, 20 de agosto de 2012

Tic Tac



Tommy Phan es un norteamericano de origen vietnamita que se gana la vida como autor de novelas policíacas. Rodeado de los lujos que el sueño americano permite, vuelve a casa una noche normal con su Corvette recién sacado del concesionario, sintiendo la velocidad bajo su control y contento con la vida que lleva. Al tiempo, suena el timbre mientras corrige un capítulo del detective privado que le da de comer con sus ventas: Chip Nguyen. Cuando abre la puerta no encuentra a nadie en el umbral, excepto una extraña muñeca de trapo con los ojos y la boca cosidas. Sin darle mayor importancia la arroja en su habitación y continúa escribiendo. Minutos después, al volver del baño, Tommy se queda petrificado por dos sucesos inesperados: En la pantalla del ordenador se puede leer: "El plazo expira al amanecer" y no hay rastro alguno de la muñeca de trapo...

El reputado novelista americano Dean Koontz se adentra en el terreno del vudú y la superchería en esta interesante obra. Una cadena de acontecimientos narrados a una velocidad endiablada, donde el protagonista se ve continuamente perseguido por los dos males que se encuentra en su vida: el rechazo de su familia por su abandono de la cultura que le vio nacer y caer en la vorágine de consumismo y costumbres americanas; y la aparición de una muñeca que desata un infortunio de viaje por salvaguardar su vida.

Koontz, rivalizado históricamente con Stephen King en le mercado del terror y el suspense, muestra sus credenciales en otros campos de la literatura contemporánea de terror. No es que la novela no tenga situaciones terroríficas, porque las tiene, pero desprende un aire de "road movie" que pega perfectamente con el veloz desarrollo de los hechos. Debido a la lucha interior del personaje por saber el camino a elegir, las conversaciones telefónicas con su madre sustentan la intriga, e incluso, le añaden un punto de empatía con Phan que perdura toda la lectura.

La eterna lucha entre tradición y avance, especialmente marcado en sociedades más arraigadas a los valores familiares, ha sido siempre usada en todas las esferas culturales posibles. En la novela que nos ocupa, ese contraste se eleva hasta las máximas cotas de hostilidad, hasta mostrar picos lineales tan extremos como la desaprobación o la ignorancia familiar. 

Algo tan común como puede ser no ir a comer a casa de los padres cada domingo, se convierte en una humillación para la familia, que ve en Tommy un buen chico que ha sucumbido a unos valores culturales erróneos, y que por culpa de los mismos, la fractura familiar se hace más evidente. La madre no puede comprender por qué un chico de veintitrés años necesita un Corvette o una casa tan grande para él sólo. También obtiene reprimendas por su soltería, y por no querer casarse con una buena chica vietnamita, como han hecho sus hermanos, que aún siguen regentando la fábrica de pan familiar, trabajando codo con codo. El protagonista de esta ficción, como añadíamos, sufre para guiar su futuro a buen puerto. De hecho, nada de lo que hace tiene buenas respuestas de cara a la familia, y ese vacío no le permite romper con esa apatía familiar. Por momentos, su frustración y paciencia se ven alterados en la mente del lector, ya que en algunas situaciones, la paciencia del muchacho no termina de quedar natural en el tipo de acoso que recibe, otorgando a algunos personajes secundarios la etiqueta de sobreactuación. Este matiz es especialmente claro en la madre, que no cesa en su empeño de traer a su hijo de vuelta a lo que ella considera la realidad, y que durante sus apariciones impregna un leve pico de desesperación a la lectura, que por suerte el autor dribla elegantemente con una elogiable narrativa, fluida y rápida entre intersecciones, que dotan a la misma de un dinamismo absolutamente necesario para crear la tensión adecuada.

Luego está el evidente acoso de la muñeca (que no avanzaré en exceso), que pone a Tommy entre la espada y la pared durante el noventa por ciento de la novela. Su crueldad choca directamente con el carácter afable del protagonista, y lo lleva a límites de esquizofrenia y preocupación por no saber qué o por qué le está persiguiendo. Lo interesante de la narrativa del autor americano es su capacidad para crear ambientaciones agónicas, en este caso, hábilmente tratadas con la inclusión de la familia y una extravagante camarera rubia que accidentalmente se ve involucrada en el encuentro con lo que sea que quedaba bajo la muñeca de trapo. Todos estos ingredientes se mezclan de manera explosiva con la velocidad de acción. El relato no permite ni un sólo momento de soslayo, sino todo lo contrario, te hace leer más y más rápido para saber hasta qué punto va llegar la mente del protagonista para salvar todos los escollos.

El espíritu de persecución tipo "road movie" no cesa en prácticamente la totalidad de la lectura. Ya sea por carretera o a pie, el protagonista se ve perseguido de manera agresiva por un enemigo temible, a la par que desconocido, que también crea una capa de incertidumbre en la historia, que va ganando en velocidad cuanto más cerca está del final. 

Interesante mezcla de géneros que se lee de manera ágil, y que atiende a valores culturales y desuniones familiares fuertemente arraigados. Recomendable título con sorprendente final, que aboga por la crueldad humana, siendo esta una seña de identidad propia en su esencia. 

viernes, 17 de agosto de 2012

La Dama Número Trece




De vuelta con las sectas, que tanto jugo han sacado en el género de terror, nos llega la novela de un autor madrileño muy interesante, José Carlos Somoza, que por su manera ágil y contundente de narrar, nos crea una ambientación cargada de detalles narrativos, donde el lector se ve involucrado de manera permanente. A veces, da la sensación de estar "leyendo" una película, debido a las impactantes secuencias y situaciones a las que el grupo protagonista se ve envuelto, creando "literatura visual".

Salomón Rulfo, escritor en paro y gran amante de la poesía, se despierta un día después de haber sufrido una terrible pesadilla, cuyo realismo y detalle le sobrepasan. Obsesionado con tal sueño, comienza a investigar junto con el doctor Ballesteros los puntos más recónditos de los sueños y el ser humano, en un intento desesperado por saber de los mismos. Al tiempo, Rulfo consigue que Ballesteros se adentre en la sombra que su paciente ha creado, y ambos se sienten como niños en la búsqueda del saber. Sin embargo, una coincidencia hará que Rulfo comience a ser protagonista de la propia pesadilla recurrente que tenía, poniendo su vida y la de los que le rodean en peligro.

Novela de terror donde se describe con preciso detalle la secta de trece brujas, que desde lo oculto dominan la existencia del ser humano. Se divierten viéndoles llorar, les hacen sufrir y compiten por saber cuál es más cruel contra los mismos. El autor, inteligente y originalmente, utiliza los llamados "versos de poder", que se basan en conjuros lanzados por las brujas recitando partes de poemas de autores famosos de la literatura universal (Petrarca, Dante, Lorca, etc.). Este alarde de imaginación nunca ha sido visto en la literatura española, y menos en la de género, pero es cierto, que gracias a la gran documentación (no excesiva) del autor, se conocen versos muy interesantes de este gran mundo literario que hemos tenido, y que abarca desde el inicio de la escritura, hasta autores contemporáneos del siglo XX. 

Las mencionadas damas de la literatura como decía son trece, y todas ellas son representadas por una pequeña figura de cera (las imagos), que son el elemento de anulación y activación de sus poderes. Son cuerpos etéreos que pueden transformarse en cualquier forma física, adaptándose así a la inmortalidad que sus cargos poseen. De hecho, una de las partes más interesantes de la novela es la búsqueda de más poder, las envidias (que existen incluso en esas altas esferas de poder) y la traición. Esta última acepción es el engranaje principal de la obra, cuando el derrocamiento de la dama número trece se presenta ante nosotros, se desata la tempestad de movimientos en el resto de damas, ansiadas de ir ocupando escalafones de mayor rango dentro de la secta. 

Pese al número elevado de páginas (456 concretamente) la novela se lee a una velocidad endiablada. El ritmo narrativo es veloz, y sin embargo conciso y ágil, no exento de detalle, pero no abrumador en la descripción de los hechos. La fluidez, por tanto, es el emblema de José Carlos Somoza, que atrae al lector al mundo onírico de sus composiciones fantasmagóricas en todas sus obras, donde la intriga y el terror son mezclados ágilmente por el autor. 

Escalofriantes y perfectamente narradas son las apariciones de las damas durante la lectura. Imágenes latentes que de tan bien ejecutadas parece que estás viéndolas frente a ti, como en una película. Es curioso como un libro puede sugerir tantos elementos cinematográficos cuando lees la escena en cuestión. Para mi, fue como "ver en una televisión las lineas de un libro". Como decía, terroríficas y crueles apariciones de las brujas, que una por una van teniendo su minuto de gloria en la narración, ofreciendo secuencias que dan verdadero pavor. Los amantes de este género disfrutarán con la forma macabra de manifestación que tienen, y gracias a la originalidad de la trama, dichas apariciones se verán reforzadas por el uso de algo tan -a priori- falto de poder como es la literatura. La atmósfera tan bien cuidada y recitada, es otro de los puntos fuertes de la novela, que por cierto, narra un mundo personal totalmente mágico e inventado, sin un sólo recurso manido. El lector se verá rodeado de la maldad más absoluta y cobarde, la de unas damas que controlan el mundo desde la distancia con la bendición de la ignorancia humana. 

No obstante, no es oro todo lo que reluce. Lamentablemente, el autor, aún con su destreza narrativa, no puede evitar perderse en el avance de acontecimientos, a veces atropellados, a veces faltos de explicación alguna (en ningún momento sabemos de donde vienen las damas o por qué se crearon), aunque es cierto que en el género que nos ocupa, lo importante es la intriga y la historia, que bien contada, hace que no pese tanto durante la lectura. Debido al alto ritmo de narración que comentábamos antes, la lectura literalmente se bebe, y el hilo conductor llega a buen puerto gracias a esa agilidad. Pero es de justicia hablar del doble rasero de esta última característica, al quedar algunas preguntas en el aire por culpa de esa intensidad narrativa.

Sin apenas descripciones, la acción avasalla a veces demasiado, no hay momento de soslayo o descanso. Todo lo que se cuenta va a mil revoluciones, y eso a veces es bueno, por mantener el ritmo narrativo, a veces no tanto, por perderse en la marabunta de complejidades que propone el autor. 

Inicio y final son un tanto confusos si no se hace un esfuerzo, aunque la calidad final del producto es perfecta, si no se lee con bastante concentración, nos será obligada una segunda lectura para entender el maquiavélico plan que teje el autor. En todo caso, el libro muestra una calidad e imaginación elevadísima, y su lectura proporciona momentos de auténtico terror gracias a la soltura de las palabras. Los inesperados y necesarios giros argumentales del género y los clichés del mismo son extremadamente crueles y a la par originales, sin abusar de estereotipos vistos mil veces en las novelas de terror. El aire detectivesco de la búsqueda de información de los personajes está muy bien llevada, y por supuesto, da otra percepción de la historia, vista desde la argumentación y la investigación.

En resumen, efectiva e inteligente obra del autor madrileño, que aboga por la construcción de un mundo interior fantástico, que se sustenta casi en su totalidad por la agilidad de la narración. Sin demasiadas incoherencias, aunque un tanto confusa a veces, La Dama Número Trece se convierte en una elegante y original obra, cuyos pequeños fallos se ven tapados por la excelente picardía del autor, que esconde sus defectos bombardeando la narración con sus virtudes (gran capacidad imaginativa, velocidad y concisa narración, y creador de verdaderas escenas memorables de terror con la presencia de las damas y sus hechizos). Una sorpresa y un agradable (y necesario) soplo de aire fresco en la novela de género.

miércoles, 15 de agosto de 2012

Vanishing on the 7th Street



Brad Anderson nos sitúa esta vez en un pequeño pueblo americano donde los ciudadanos comienzan a desaparecer tras una increpante oscuridad, que envuelve totalmente al pueblo. Sin saber muy bien lo que sucede los personajes se refugian en una taberna intentando sobrevivir al extraño enemigo.

Rodada seis años después que "El Maquinista", es decir en 2010, el director americano intenta distanciarse de sus anteriores trabajos en términos con una cinta minimalista, hecha con menos medios que la anteriormente mencionada. El resultado es ligeramente inferior, ya que las explicaciones son muy confusas y poco elaboradas. Dicha elaboración, a veces atropellada e insuficiente, hace de la película un correcto vaivén de buenas tomas, con la incesante oscuridad como protagonista principal de la historia. Planos fantasmagóricos y una fotografía muy cuidada, como suele ser habitual en este original director, esta vez a cargo de Uta Briesewitz. 

La casi total falta de respuestas hace pensar que el guionista falla en el desenlace de la historia, co-escrito por el propio director y Anthony Jaswinski. Es curioso, porque pese a la falta de lucidez en ciertos momentos del guión, la película se ve bien. Es decir, entretiene, da un par de sustos interesantes, y sobre todo, lo ya mencionado en anteriores críticas de este director: es original.

Tener imaginación para hacer algo diferente a lo que se ve siempre, es digno de mención, y al igual que hizo con "Transsiberian", Anderson consigue tapar relativos huecos en el guión con una destreza y una técnica perfecta para el género que practica. En este caso, lo hace creando una fantasmagórica atmósfera, con personajes angustiados por algo que no pueden ver. Esta vez, el terror psicológico vuelve a funcionar a las mil maravillas, pues la acción queda en la corteza cerebral del espectador, y vuelven a no aparecer ni monstruos ni sangre a raudales, simplemente nuestra imaginación.

La efectiva dirección del film atrae al espectador a una vorágine de planos medios super interesantes, donde la oscuridad avanza o retrocede dependiendo del momento. La actuación de los actores y actrices, como el resto de la película, es correcta. Sin más alardes, correcta, pero efectiva. Quizá quede algo mejor parado John Legizamo, pero el resto está decente también. 

Aunque inferior a sus más recientes trabajos, la cinta es correcta, mantiene la tensión en todo momento, y debido a la falta de explicaciones, deja muchas preguntas en el aire, lo cuál es beneficioso para mantener la intriga y el suspense. No deja de ser curioso como un agujero en el guión, que debiera ser negativo, se convierte en un motivo más para prestar mayor atención al desenlace. La duración ajustada también echa una mano, unos minutos más y esa atención que demanda, hubiera podido decaer.     

martes, 14 de agosto de 2012

El Maquinista



El director de la no menos fantástica "Session 9" volvía a la carga con su particular visión del cine fantástico con esta obra maestra que nos ocupa, esta vez mejorando el guión de su primer largo con la experiencia de Scott Kosar (La Morada del Miedo).

Trevor Reznik (Christian Bale), operario de una fábrica ferroviaria  de producción en serie, lleva más de un año sin poder dormir. Padece un extraño insomnio que le percute un horrible deterioro físico y mental por culpa de la fatiga a la que su cuerpo y su mente se ven expuestos.Ahogado en su endeble apariencia física, cree que hay un complot contra él para echarlo, especialmente por culpa de un accidente laboral en el que su persona se ve involucrado, perdiendo el brazo izquierdo un compañero. La paranoia y la culpa comienzan a mezclarse, amplificados por el rechazo de la sociedad, convirtiendo su mundo interior en un esperpento de situaciones donde la realidad y la locura comienzan a mezclarse al descubrir la verdad.

Sorprendente film, con una capacidad inhóspita para mantener al espectador pegado al televisor, deseando saber cuál será el siguiente paso entre la cordura y la demencia que dará el protagonista. Una idea que atrapa, que te mantiene en alerta gracias a la empática interpretación de Christian Bale, que adelgazó más de 25 kilos para cuadrar a la perfección con el famélico personaje. Con un peso total de 54 kilogramos, la espeluznante y realista imagen del maquinista congela la sangre. De hecho, no hay ninguna duda de que Trevor Reznik ha sido su mejor interpretación hasta la fecha (independientemente de Batman). Los matices que logra expresar son dignos de premios (fue nominado a los Goya, pero ya se sabe...) y su inestabilidad emocional se ven beneficiados por su delicado físico, realista y horrendamente frágil. Magnífica interpretación del actor galés, que demuestra su sacrificio para encajar perfectamente en el papel que se le encomienda, y un buen momento para comprobar los inicios de lo que hoy en día es un actor icónico. 

 El poder de la imaginación augura malos presagios

El terror psicológico siempre estará de moda. Cuando es tu imaginación la que percibe el miedo que en ningún momento aparece en la película, es la mejor carta de presentación para confirmar que "El Maquinista" sorprende, y de qué manera, al espectador, sometiéndole al mundo de caos y demencia que vive el protagonista de la historia. De cualquier modo, es una película extraña, casi bizarra, donde el endeble aspecto de Bale se queda en la retina para siempre. Su extrema debilidad y realismo choca de frente con cualquier percepción. La historia embriaga, y pese a su relativa lentitud, atrapa, y de qué forma, hasta el esclarecimiento de los hechos.

La fantasmagórica fotografía (obra del grandísimo Xavi Giménez) quita el aliento. Su siniestro toque grisáceo y oscuro otorga a la ambientación de una neblina visual extraordinaria. Los tonos grises hacen del cuadro una pintura negra de Goya, con unos siniestros claro oscuros constantes, donde la luz no deja iluminar la vida del protagonista, enfatizando claramente las tinieblas en las que mora Trevor. Dicha oscuridad parece disiparse con la aparición de María (Aitana Sánchez-Gijón), la camarera que atiende a Reznik cada mañana, y que anima al protagonista a salir de la nube de pensamientos confusos que tiene. Sólido papel el de la madrileña, que consigue hacer natural la empatía hacia un ser que da grima al verle. 

Precisamente cuando María aparece en la historia, la colorista fotografía de los exteriores cambia con respecto a los mencionados tonos grisáceos interiores, en un gran acierto de Brad Anderson, pero por contratar al genial Xavi Giménez, que otorga a la película la distinción de tristeza y alegría según los personajes que salen en ella. Impresionante belleza técnica. 

Esperar al desenlace que enmaraña los 100 minutos de la película se convierte en un desaliento total: enigmas, puzzles, inquietudes, alucinaciones, malas interpretaciones de la realidad, etc. Toda esta lista se ve aumentada por mil cuando los personajes y las historias se entremezclan con la ruinosa mente de Reznik, desatando un caudal de inestabilidad que hace de "El Maquinista" una obra maestra del género. Surrealista y embriagadora. Sencillamente brillante.

lunes, 13 de agosto de 2012

Los Sin Nombre





















Una de las mejores novelas que he leído, y una de las películas más inquietantes que he visto. Ese podía ser el resumen más propicio para este "dueto" de terror psicológico, donde el mismo sólo aparece en cuestiones cotidianas de una narración totalmente realista, donde a cualquiera le puede pasar lo que sufre la protagonista de la historia, Bárbara (con increíble interepretación de Emma Vilarasau).

El maestro del terror cotidiano, como es conocido Ramsey Campbell, escribe una obra agria y fría, donde el dolor se percibe en cada punto de la narración. Bárbara ha sufrido dos golpes tremendos durante su vida: la muerte de su marido por infarto cuando ella aún estaba embarazada y el rapto (y aparente asesinato) de su hija Ángela, de tan sólo cuatro años. En una confusa investigación, el cadáver destrozado de Ángela aparece en una fábrica abandonada, y Bárbara sólo puede confirmar que es su hija por las ropas encontradas en la escena del crimen, pues el rostro de la pequeña está totalmente desfigurado y su cuerpo calcinado. Tras el ambiguo suceso y la superación del terrible shock, Bárbara es hoy en día una agente de éxito y tiene una relación estable con un editor del mismo gremio. Sin embargo, todo el dolor vuelve a repetirse cuando al otro lado de una extraña llamada telefónica se escuchan las siguientes palabras: "Mamá, te necesito". La voz de su hija le cita en una antigua casa abandonada donde se dice que habita una secta satánica cuyos crímenes son conocidos por todos los del lugar. 

Libro y película se asemejan como es obvio, pero sobre todo, se complementan. La obra del autor de Liverpool, nació en 1981, y al año siguiente se quedó a las puertas de ganar el prestigioso World Fantasy Award, aunque el autor ya lo consiguió en 1978 por el desasosegante relato corto "La Chimenea", y años más tarde repetiría con la colección de relatos "Alone with the Horrors" en 1994. 

Mientras, el director (novel por aquel entonces) que decide pasar al cine tamaña obra es el catalán Jaume Balaguerò, hoy sin duda conocido por la franquicia REC. El de Lérida, como decíamos, consigue fusionar perfectamente lo mejor del libro (atmósfera y cruda narración) con lo mejor de su propias características como cineasta de género (fotografía espeluznante y esa particular manera de grabar planos con movimientos bruscos y acelerados, que quedan agonizantes durante el visionado). 

La ópera prima del autor catalán, filmada en 1999 con numerosos premios a sus espaldas, se ve respaldada por la insuperable música de Carles Cases. Sin ella, la acción no se entendería igual, y algunos planos quedarían vacíos. Si hay algo que se le puede reprochar a Balaguerò en toda su filmografía es que sus películas son ciertamente irregulares. Por su capacidad de observar las cosas, algunas secuencias muestran detalles irrelevantes ocupando mucho metraje, y en consecuencia, la atención tiende a decaer como no estés metido en la historia plenamente. No obstante, suele reconducir la situación con otras escenas absolutamente geniales (si fuera más constante... hablaríamos de un genio del terror, sin duda).

"Mamá, soy yo... ven a buscarme" el dolor es necesario para no olvidar

Como decíamos, el puente que Balaguerò construye entre libro y película es sensacional. Mientras el libro se caracteriza más por una pesada narración descriptiva, la película es algo más directa, y aunque también se deleita demasiado en diálogos un tanto diáfanos, llegamos al desenlace de la misma con más preguntas abiertas de las que el libro entreve. Y su final, qué final.

De todos los amantes de la literatura de género es sabido que Ramsey Campbell se ha hecho un hueco entre los grandes por su innata capacidad para crear situaciones de terror de las acciones más cotidianas de la vida. No hace falta llenar de sangre una habitación o que un monstruo horrendo nos ataque calle abajo. Su capacidad para crear incertidumbre se basa en cosas del día a día, en situaciones donde los personajes padecen el dolor de algo que crece en sus entrañas, algo que sólo ellos padecen, pues el resto de los lectores vivimos detrás del libro. Cómo cambiaría la cosa si fuéramos los protagonistas...

Emma Vilarasau (premiada por su papelón en el festival de Sitges) es la catalizadora de tales padecimientos en la película. Una actriz sosegada, calmada, que viene como anillo al dedo al papel de Bárbara. Su mirada perdida, y su tono vacío, como intentando superar los reveses que la injusta vida da son espeluznantes, quedando perfectamente acoplados a la melancólica banda sonora de Carles Cases. Es un tándem perfecto, que dura hasta el final del visionado. (Qué final, insisto). Karra Elejalde, en el papel del inspector que investiga el caso, y Tristán Ulloa, el periodista de una revista paranormal que ayuda a Bárbara a saber más de la secta en cuestión son dignos en sus papeles, especialmente el primero, por su oquedad, aunque ambos sin excesivos alardes, apoyan a la protagonista en su camino hacia la búsqueda de su hija.

Años después de superar algo tan terrible, la maldad y el desaliento se adentran en la cotidianidad de una persona de a pie, quedando ésta abandonada a su soledad y rememorando uno de los peores momentos de su vida para traerlo al frente con el arma más peligrosa que tiene la mente humana: la esperanza. Este es quizá el resumen de la barbarie terrorífica que el dolor causa en personas normales y corrientes. Una secta donde cualquier intento de superación claudica al dolor, un terror que el más valiente no puede sostener, una mirada de frente a la maldad más absoluta. 

En definitiva, difícil decidir qué relata mejor lo que acabamos de contar: libro o película. Lo más recomendable en estos casos, es leer el libro, dejar que tu imaginación ponga los rostros a los personajes, y luego rezar para que el director haya elegido los actores y actrices adecuados para no estropear lo que tu imaginación ha dispuesto. En este último paso, la desgarradora actuación de Emma vale por si sola para no quedar defraudados, no os preocupéis.