lunes, 13 de agosto de 2012

Los Sin Nombre





















Una de las mejores novelas que he leído, y una de las películas más inquietantes que he visto. Ese podía ser el resumen más propicio para este "dueto" de terror psicológico, donde el mismo sólo aparece en cuestiones cotidianas de una narración totalmente realista, donde a cualquiera le puede pasar lo que sufre la protagonista de la historia, Bárbara (con increíble interepretación de Emma Vilarasau).

El maestro del terror cotidiano, como es conocido Ramsey Campbell, escribe una obra agria y fría, donde el dolor se percibe en cada punto de la narración. Bárbara ha sufrido dos golpes tremendos durante su vida: la muerte de su marido por infarto cuando ella aún estaba embarazada y el rapto (y aparente asesinato) de su hija Ángela, de tan sólo cuatro años. En una confusa investigación, el cadáver destrozado de Ángela aparece en una fábrica abandonada, y Bárbara sólo puede confirmar que es su hija por las ropas encontradas en la escena del crimen, pues el rostro de la pequeña está totalmente desfigurado y su cuerpo calcinado. Tras el ambiguo suceso y la superación del terrible shock, Bárbara es hoy en día una agente de éxito y tiene una relación estable con un editor del mismo gremio. Sin embargo, todo el dolor vuelve a repetirse cuando al otro lado de una extraña llamada telefónica se escuchan las siguientes palabras: "Mamá, te necesito". La voz de su hija le cita en una antigua casa abandonada donde se dice que habita una secta satánica cuyos crímenes son conocidos por todos los del lugar. 

Libro y película se asemejan como es obvio, pero sobre todo, se complementan. La obra del autor de Liverpool, nació en 1981, y al año siguiente se quedó a las puertas de ganar el prestigioso World Fantasy Award, aunque el autor ya lo consiguió en 1978 por el desasosegante relato corto "La Chimenea", y años más tarde repetiría con la colección de relatos "Alone with the Horrors" en 1994. 

Mientras, el director (novel por aquel entonces) que decide pasar al cine tamaña obra es el catalán Jaume Balaguerò, hoy sin duda conocido por la franquicia REC. El de Lérida, como decíamos, consigue fusionar perfectamente lo mejor del libro (atmósfera y cruda narración) con lo mejor de su propias características como cineasta de género (fotografía espeluznante y esa particular manera de grabar planos con movimientos bruscos y acelerados, que quedan agonizantes durante el visionado). 

La ópera prima del autor catalán, filmada en 1999 con numerosos premios a sus espaldas, se ve respaldada por la insuperable música de Carles Cases. Sin ella, la acción no se entendería igual, y algunos planos quedarían vacíos. Si hay algo que se le puede reprochar a Balaguerò en toda su filmografía es que sus películas son ciertamente irregulares. Por su capacidad de observar las cosas, algunas secuencias muestran detalles irrelevantes ocupando mucho metraje, y en consecuencia, la atención tiende a decaer como no estés metido en la historia plenamente. No obstante, suele reconducir la situación con otras escenas absolutamente geniales (si fuera más constante... hablaríamos de un genio del terror, sin duda).

"Mamá, soy yo... ven a buscarme" el dolor es necesario para no olvidar

Como decíamos, el puente que Balaguerò construye entre libro y película es sensacional. Mientras el libro se caracteriza más por una pesada narración descriptiva, la película es algo más directa, y aunque también se deleita demasiado en diálogos un tanto diáfanos, llegamos al desenlace de la misma con más preguntas abiertas de las que el libro entreve. Y su final, qué final.

De todos los amantes de la literatura de género es sabido que Ramsey Campbell se ha hecho un hueco entre los grandes por su innata capacidad para crear situaciones de terror de las acciones más cotidianas de la vida. No hace falta llenar de sangre una habitación o que un monstruo horrendo nos ataque calle abajo. Su capacidad para crear incertidumbre se basa en cosas del día a día, en situaciones donde los personajes padecen el dolor de algo que crece en sus entrañas, algo que sólo ellos padecen, pues el resto de los lectores vivimos detrás del libro. Cómo cambiaría la cosa si fuéramos los protagonistas...

Emma Vilarasau (premiada por su papelón en el festival de Sitges) es la catalizadora de tales padecimientos en la película. Una actriz sosegada, calmada, que viene como anillo al dedo al papel de Bárbara. Su mirada perdida, y su tono vacío, como intentando superar los reveses que la injusta vida da son espeluznantes, quedando perfectamente acoplados a la melancólica banda sonora de Carles Cases. Es un tándem perfecto, que dura hasta el final del visionado. (Qué final, insisto). Karra Elejalde, en el papel del inspector que investiga el caso, y Tristán Ulloa, el periodista de una revista paranormal que ayuda a Bárbara a saber más de la secta en cuestión son dignos en sus papeles, especialmente el primero, por su oquedad, aunque ambos sin excesivos alardes, apoyan a la protagonista en su camino hacia la búsqueda de su hija.

Años después de superar algo tan terrible, la maldad y el desaliento se adentran en la cotidianidad de una persona de a pie, quedando ésta abandonada a su soledad y rememorando uno de los peores momentos de su vida para traerlo al frente con el arma más peligrosa que tiene la mente humana: la esperanza. Este es quizá el resumen de la barbarie terrorífica que el dolor causa en personas normales y corrientes. Una secta donde cualquier intento de superación claudica al dolor, un terror que el más valiente no puede sostener, una mirada de frente a la maldad más absoluta. 

En definitiva, difícil decidir qué relata mejor lo que acabamos de contar: libro o película. Lo más recomendable en estos casos, es leer el libro, dejar que tu imaginación ponga los rostros a los personajes, y luego rezar para que el director haya elegido los actores y actrices adecuados para no estropear lo que tu imaginación ha dispuesto. En este último paso, la desgarradora actuación de Emma vale por si sola para no quedar defraudados, no os preocupéis. 

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