viernes, 14 de septiembre de 2012

The Walking Dead (Tomo 1)



Historias de muertos vivientes. Cuántas veces el cine y la televisión nos han brindado con comedores de carne humana con poco cerebro, que, después de muertos, vuelven a la vida para sembrar el caos entre los vivos. Miles, millares quizá. Pero es verdad que la serie de moda, "The Walking Dead" ha conseguido algo interesante: que toda la población eche un vistazo al mundo zombi sin necesariamente ser fans del género que ocupa.

Con el reciente boom del género zombi, Robert Kirkman -creador del cómic original- no se imaginaba el número de ventas tan alto que conseguiría en poco tiempo. Como tampoco creo que creyera que Frank Darabont viniera con varios millones para adaptar su brillante cómic a una serie de muy bella factura técnica, pero endeble en guión y situaciones.

Y es que sí, el cómic es una bocanada de sensaciones, terroríficas sensaciones que ofrecen más terror en las situaciones inhumanas de los supervivientes que en los propios caminantes -como se conocen a los no muertos en las dos plataformas. 

Como decíamos, la serie tiene algo que indudablemente el cómic no puede ofrecer: las imágenes. Es cierto que el cómic está bien dibujado, pero no es lo mismo ver una escena bien conseguida que leerla (maldita sean las veces que miramos lo que sucederá en la página siguiente antes siquiera de leer la primera). Especialmente en su primera temporada (de sólo seis episodios), la serie sigue de forma relativamente fiel los pasos que toman los protagonistas del cómic (salvando lógicas licencias que otorgan más clichés al apartado visual y tendencioso que la televisión tiene). Pero en términos generales, la primera temporada es muy interesante en cuanto a contenidos.

Especialmente impresionante es el apartado gráfico de la adaptación televisiva (aún tengo en la mente la espectacular escena del tanque -inventada con respecto al cómic- o la nada despreciable puesta en escena del camino por la ciudad impregnados de vísceras de muerto). Otro momento dulce e interesante de la serie es sin duda las intrahistorias, que paralelas y complementarias con el cómic, nos dejan en ascuas por saber qué ocurrirá con esas relaciones interpersonales.

Sin embargo, una vez leída la historia entre viñetas, la serie se queda en un notable bajo, pero el tomo que lleva por nombre uno, es sencillamente un sobresaliente. Bien es cierto que los acontecimientos se suceden a una velocidad endiablada (a las tres viñetas, Rick ya ha salido del hospital), y puede dar cierta sensación de poca elaboración, o a lo sumo de elaboración un tanto abrupta. Aunque es justo decir que los cómics tienen también una serie de ritmos que son parte de la esencia de los mismos. Por tanto, mirando el lado bueno de esta opinión, te dan ganas de continuar leyendo sin parar, literalmente "bebiéndote" el cómic. 

"Aquí estamos" Imagen calcada a la que aparece en la serie. ¿Hay alguien ahí?...

Si la serie tiene momentos de crudeza interesantes, pero limitados a la plataforma que es, la televisión, el cómic sin embargo no se guarda ni una licencia, cuenta sin tapujos lo que es la inhumanidad más real. De hecho, Kirkman, su creador, asegura en el prólogo que su historia no debe entenderse por el gore y las vísceras para entender el terror, sino en la pérdida de valores sociales y humanos ante un mundo que se desmorona ante nuestros ojos. Un mundo donde la anarquía y la supervivencia lideran sobre la razón. Una serie de acontecimientos donde la humanidad nada tiene que hacer, es un mundo hecho por y para los más fuertes (querido Darwin, siempre apareces en todas las metáforas de supervivencia). 

Cuando la sociedad está perdida, el ser humano se convulsa. Este apartado queda perfectamente retratado en los diferentes caminos que los supervivientes van eligiendo. Es super interesante observar las relaciones interpersonales de los protagonistas, perdiendo el control por culpa no sólo de los miles de caminantes que hay por las calles, sino por el sentimiento de no pertenecer al mundo. Esa oscura y fría sensación de tener que vivir huyendo de lado a lado porque puedes verte devorado por una horda de seres que no sienten. 

El sinsabor que se percibe en las páginas del cómic no ha sido entendido por la serie, y lamentablemente, queda más expuesta al elemento de serie de terror, más que de supervivencia. Ahí el cómic sale favorecido, beneficiando al lector en su idea de convulsión y colapso humano. Cuando un mundo se resquebraja, un niño de siete años madura con un arma en el bolsillo, y comete errores de bulto por no estar preparado para portar dichas armas. La serie "guarda" más la parte onírica del mundo que tuvimos, y que ahora tenemos, quedando como resultado una decente adaptación. 

No obstante, la eliminación de personajes extremos (Michonne) por parte de la serie (la incluyen por vez primera en la tercera temporada) no hacen sino restarla puntos en la idea de moralidad y supervivencia que comentábamos en las líneas anteriores. Mientras que el cómic presenta millares de personajes envueltos en situaciones de exigencia humana máxima dejando familiares detrás, viéndoles devorados por los caminantes, mientras los supervivientes deben vivir con la carcoma de haber tenido que seguir adelante. 

Son lentos, pero no descansarán jamás...

Verdaderamente increíble la calidad que atesora el primer tomo, y de camino a terminar el segundo (aún más oscuro y violento), puedo decir que el cómic es bastante superior a la adaptación televisiva, y aunque conserve el ritmo veloz y un poco atropellado típico de los cómics consigue que el hambre que tienen los zombis se traspase al lector, y las páginas corren a una velocidad abrumadora, como los mismos acontecimientos que ocupan a los personajes.

Cuando la supervivencia se convierte en el único parámetro medible, la sensación de ahogo y desgobierno permanece latente. La sociedad ha quedado eliminada, la ley no tiene valor, la justicia no entiende de juicios, y el ser humano se ve abocado a la frustración y al abandono de manera quimérica. La utopía de un mundo mejor no se ancla en el presente, sino que pertenece al pasado. 

El futuro es más atroz aún que la propia supervivencia. La inestabilidad de los personajes por pensar en un mundo mejor se aprecia prácticamente cada veinte páginas, y el lector se incrusta en ellas. Decide pasarlo mal con los personajes, porque la empatía de la situación así lo exige. La crueldad de unos seres sin cerebro no es nada comparado al ahogo de una sociedad que ya no existe, que no puede regularse por normas y que, por supuesto, no ayuda a que ese caótico mundo despierte de un letargo lento, pero firme, como los pasos de los caminantes.

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