domingo, 14 de octubre de 2012

Cube



Vincenzo Natali, autor canadiense del que nadie oyó hablar jamás, se saca de la manga una película de ciencia-ficción intensa y original como ella sola. Sin actores ni guionistas conocidos, sin muchos medios, y sin el apoyo de una distribuidora, pero con un ingenio incomparable, Cube maneja a la perfección (pese a ciertos errores típicos de una primera cinta) la exasperación y la intriga por saber qué ocurre dentro de ese maldito cubo.

La idea y la sinópsis no puede ser más sencillas: En un cubo gigante lleno de habitaciones, todas ellas iguales exceptuando el color, se levantan de repente varios extraños de lo más variopinto: un policía, un genio matemático, un arquitecto, un doctor, un maestro escapista y un discapacitado. Todos ellos en una habitación diferente, deberán ir avanzando por el laberíntico emplazamiento hasta encontrarse y poder juntos encontrar una salida al maquiavélico juego en el que se han visto involucrados. 

Cuando las leyes de la física no siempre se cumple, cuando en las habitaciones puede pasar de todo, las sospechas comienzan a aparecer. Ya no sólo entre los protagonistas, sino en las propias trampas que yacen en el interior del cubo. Aparentemente brillantes en sus capacidades individuales, la unión de todos no hará sino mantener esa desconfianza que maquilla la intensidad de la película hasta un grado bastante elevado. Atención a la impactante secuencia de inicio. Un acierto y un clásico desde su visionado.


El hecho de que el elenco de actores sea desconocido sólo hace que potenciar el film más aún, pues nada resalta más que la atmósfera y el extraño suceso de verse de repente metido en una plataforma gigante en forma de cubo. Con esta premisa tan sencilla, como decíamos, convence el director canadiense a la audiencia de manera brillante. El aire fresco a serie B y sus decorados sencillos engañan a primera vista, pues parece que veremos una monótona historia donde los personajes no salen del cubo durante todo el metraje. Nada de eso. El ritmo se mantiene ágil desde el chocante inicio hasta el indescriptible desenlace -que lamentablemente vino dado como un filón para hacer hasta cuatro películas más- y no se detiene en medias tintas.

El desánimo se acrecenta cuando las trampas son más complicadas de ejecutar

¿Problemillas? Claro. Siempre hay alguno. Es inevitable en este tipo de cine independiente, de culto podríamos decir. Y es que el guión va diluyendo leve y moderadamente el interés inicial. No es repetitiva, pues cada habitación descubre un mundo de originalidad. Sin embargo, la lentitud por la que a veces es guiada hace disminuir la brillantez del inicio, aunque no lo consigue totalmente con su correcto final.

En definitiva, extraña y bastante original película que se ha quedado grabada en los anales del cine fantástico como un clásico, de corte independiente, pero un clásico al fin y al cabo. Ese punto de cine de autor que va yendo y viniendo en la trama es una correcta visión del mundo matemático y físico, que unido a ciertos estereotipos más comerciales aúna los clichés necesarios para salir adelante de manera sutil. Una película para verla cuando tu miente está inquieta y cansada del cine de palomitas.

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