sábado, 1 de diciembre de 2012

Secuestrados (Kidnapped)



No se me ocurre mejor forma de empezar el fin de semana del derbi (maldito fútbol: tanto nos da, tanto nos quita) que hablar del sentimiento que el mismo acontecimiento nos ofrece: Estamos secuestrados.

Miguel Ángel Vivas, director sevillano que ya sorprendió a la esfera cinematográfica con el brillante corto rodado en Portugal (y con actores portugueses) "I'll see you in my dreams" (2003), se aferra a otro largometraje bastante interesante, siempre en progresión y muy bien dirigido. Tras su -relativamente- interesante trabajo anterior, "Reflejos" (2001), el sevillano confía su suerte en una cinta muy poco comercial, quizás poco original pero muy bien llevada y muy directa. Planos cortos en su gran mayoría, y fijos para observar la escena con todo su esplendor. Implacable. Estridente por momentos.

La premisa de la no sorpresa en cine no es beneficiosa, ni lógicamente lastra una película. Partiendo de esa base, diremos que "Secuestrados" no se resume en lo que vende, sino en los eventos que suceden hasta catar el resultado final. En otras palabras, tanto por el título como por el comienzo, sabemos el tipo de película que vamos a ver. Hasta ahí todo correcto. Sin embargo, cuando la cinta arranca de manera tan ágil, y prácticamente no cesa con una hemorragia de imágenes tan sugerentes, las sensaciones son positivas. Como decíamos, unos planos muy bien presentados y un elenco de actores que acceden al mundo propuesto de una forma nada desdeñable, otorgando al film la categoría de sorpresa, que sin duda es un adjetivo interesante en el plano cine de esta década.

Sí, la historia es sencilla. Simple. Una familia de alto standing se acaba de mudar a una casa enorme a las afueras de una gran ciudad cualquiera. Con las trifulcas típicas familiares (la madre no deja a la hija salir a una fiesta, problemillas entre el propio matrimonio, soledad, etc.) en medio de la mesa, la primera noche viene marcada por el asalto frenético y violento -muy violento- de una cuadrilla de ladrones con bastante decisión. La familia, acorralada, se verá obligada a hacer algo. No sabemos qué vía optará por escoger: la sumisa o la activa. Pero no lo sabemos porque yo no diré nada hasta que la veáis... 

Manuela Vellés en plena secuencia cinemática, grabada en tiempo real

La intensidad del film y su brutalidad son dos de los ejes que mantienen la tensión en el espectador. A todas miras, el papel más melancólico y empático reside en la actriz que más arriba se ve maniatada por uno de los ladrones: Manuela Vellés. Grandísimo papel el de la guapa actriz, que adquiere tintes dramáticos en la parte final de la película. Fernando Cayo hace el rol de padre sumiso que, a veces, por el exceso de celo a dar todo el dinero a los cacos, pone en peligro a la familia con intervenciones más o menos incoherentes. Pero en general, actúan de acuerdo a los cánones que exige un metraje tan enfermizo como este.

Realismo. Quizá pueda parecer un tanto descabellado el hecho de que tres ladrones utilicen tantísima violencia para conseguir dinero. ¿O no?. La sensación de piedad queda reducida al mínimo en un par de escenas que dejan un malestar perenne e inmortal en el espectador. Dichas sensaciones no hacen sino intensificar la agonía de una familia que no espera tamaña crueldad. Los tres actores ofrecen al espectador una ágria disputa entre la moralidad y el exceso. La conciencia de los que quedan en la casa traspasa el umbral de raciocinio humano, y se convierte en un amasijo de desesperación y observación. Esta última característica viene dada por la longitud tremenda de algunos planos, que lejos de alejar, acercan la cruel intesidad y saña con la que los ladrones ejercen su voluntad para con la dupla de mujeres (especial atención a la secuencia del televisor, justo abajo).


Rozando el delirio, algunas desasosegantes secuencias se alargan quizás demasiado, contraen los músculos del espectador y sobre todo, otorgan a las diapositivas de una virtud tan merecida como desdeñable: la violencia explícita. No apta para estómagos sensibles, no tanto por la cantidad de sangre, que puede ser justa, sino más por la sensación de opresión y incomodidad que algunas escenas pueden mostrar.

Alarmar a un jurado de un festival de cine de género, da muestras de la crueldad y el sadismo de la cinta. El problema reside en la capacidad del espectador para sufrir tamañas vejaciones. No todos los cuerpos están preparados para esto, y por ello, la película puede hacerse algo redundante en cuanto a lo que demasiadas secuencias críticas se refiere. Si no hay problema con lo anterior, la cinta es disfrutable. Sádica y brutal, pero disfrutable como ejercicio de entretenimiento al fin y al cabo. Con películas así, el cine fantástico español está llegando poco a poco a poder considerarse como eficaz.

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